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Después de 20 años enseñando a bailar a muuuucha gente, he podido observar muchas cosas y he podido ver lo que el baile suponía para esas personas que bailaban conmigo. También, en todos estos años he visto todas las carencias que trae consigo la ausencia de baile en sus vidas, en lo corporal y también en lo afectivo.
TODO EL MUNDO DEBERÍA BAILAR.
REPITO
TODO EL MUNDO DEBERÍA BAILAR.
Pero no un día o una vez en su vida. No.
Bailar de manera continuada y constante en el tiempo. Desde pequeños, para aprender de manera natural que, bailar juntas y juntos, nos ayuda a relacionarnos, nos ayuda a acompañarnos, a disfrutar del grupo, a disfrutar de nosotr@s mism@s. Nos ayuda a pensarnos, a movernos, a escucharnos, cosa tan necesaria para la vida y para nuestra supervivencia.
Bailar más reduciría las depresiones, los problemas de convivencia, la soledad, los problemas de movilidad, los dolores corporales y un largo etcétera.
Que lo diga yo, que no soy nadie, hace que cuando lo cuente, la gente me diga “que sí, que sí…” – como a los niños/locos – y que luego nadie baile. Pero si lo dicen científic@s como Nazareth Castellanos, neurocientífica española de impresionante trayectoria nacional e internacional, la cosa cambia, o al menos, debería.
Estamos en momento de cambios, y creo que, en esto, también las cosas están empezando a cambiar.
Que la sociedad sea consciente de la importancia de bailar y que baile más, supondría, además de beneficios para su salud y para su entorno, beneficios para que “Aquellos que fuimos considerados locos por quienes no podían escuchar la música” que dijo F. Nietzsche, podamos vivir de “lo nuestro” con la misma dignidad social y laboral que lo hace un matemático, un panadero o un astronauta.
Estoy plenamente convencida del poder que tiene el baile y de su importancia. Y quiero pensar en un mundo utópico en el que la educación, la cultura y la sociedad también lo creen.
Tengo una escuela de flamenco (@flamandco) y también este proyecto educativo (@masquedanza) que me encantaría, fueran parte de esta revolución cultural, educativa y social.
Y tú, ¿bailas? ¿Eres consciente, como yo, de la importancia de bailar?
¿Me ayudas a expandir el mensaje?
¡Que el ritmo no pare!
Y, ¡que nunca dejemos de bailar!
